INDICE
Introducción………………………………………………………………………………3
La era de la Información
y la era del Conocimiento……………………………….4
Diez rasgos de la
Sociedad de la Información; 1-Exuberancia
2-Omnipresencia…………………………………………………………………………4
3-Irradiación-4-Velocidad-5-Multilateralidad/Centralidad-6-Interactividad/
Unilateralidad..........................................................................................................5
7-Desigualdad-8-Heterogeneidad-9-Desorientación-10-Ciudadanía
pasiva.....7
Pero…. ¿qué es una
sociedad?.............................................................................8
Diferencia entre
sociedad de la información y sociedad del conocimiento…10
Globalización que presiona hacia arriba y hacia abajo. La
internet…………..11
La era de la información: Castell…………………………………………………….14
Tecnología;
microelectrónica……………………………………………………......14
Ordenadores; telecomunicaciones; ingeniería genética; Internet…………….15
La nueva economía…………………...………………………………………………..18
Mercados financieros; comercio internacional……………………………...……19
Conclusiones y reflexiones……………………………..……………………………22
Fuentes…………………………………………………………………………………..24
Anexo…………………………………………………………………………………….26
INTRODUCCIÓN
Este trabajo
estará basado en una comparación entre un artículo de opinión publicado en el
diario La Nación “Más información, menos conocimiento” por Mario Vargas Llosa.
El en cual se trata de como pasar a ser buenos lectores de libros y que le ocurrió a toda su generación cuando se
descubrió el ordenador, internet, los prodigios de la gran revolución
informática de nuestro tiempo, y que no solo le dedico gran parte de su vida a
valerse de todos los servicios on line y a navegar mañana y tarde por la red, sino
que además, se hizo un profesional y un experto en las nuevas tecnologías de la
comunicación. Hasta que un día descubre que había dejado de ser un buen lector
y casi casi, un lector. Preocupado por esto decide irse a vivir con su esposa a unas cabañas en las montañas,
donde no había telefonía móvil e internet. Allí escribió un libro llamado “superficiales: ¿Qué está haciendo
internet con nuestras mentes?
En el reconoce
la extraordinaria aportación que servicios como el de Google , Twitter , Facebook o Skype prestan a la información y a la comunicación, el
tiempo que ahorran, la facilidad con que una inmensa cantidad de seres humanos
pueden compartir experiencias, los beneficios que todo esto acarrea a las
empresas, a la investigación científica y al desarrollo económico de las
naciones.
Pero todo
esto tiene un precio y, en última instancia, significará una trasformación tan
grande en nuestra vida cultural y en la manera de operar del cerebro humano.
A medida que
fui desarrollando el trabajo lo fui comparando con sociedad y como cada uno de
nosotros puede tener una percepción y mirada diferente frente al concepto de
sociedad, al mismo tiempo que fui definiendo y dando puntos de vistas sobre la
era de la información y la era del conocimiento; y como internet y las nuevas
tecnologías han aportado diferentes características en la misma.
También me
pareció de suma importancia comparar la vieja economía como dice Alvin Toffler
“Todavía subsiste la vieja economía, de las chimeneas, de la producción en
serie, que goza a veces de más cabal salud que la llamada nueva economía”. Con
la era si se podría decir de la nueva economía y su influencia.
Para
concluir me pareció importante dar una opinión con respecto al trabajo
realizado y así poder exponer las ideas que me fueron llevando a pensar que
esta tercera ola así denominada por Alvin Toffler seguirá perdurando y
avanzando cada vez más porque el uso de estas nuevas tecnologías da prestigio
social, por lo que nos encontramos en un terreno peligroso, encaminado al
consumo de las mismas, y donde es importante plantearnos si, es realmente la sociedad quien demanda estas tecnologías.
LA ERA DE LA INFORMACIÓN
Y LA ERA DEL CONOCIMIENTO
Vivimos en un mundo
pletórico de datos, frases e íconos. La percepción que los seres humanos
tenemos de nosotros mismos ha cambiado, en vista de que se ha modificado la
apreciación que tenemos de nuestro entorno. Nuestra circunstancia no es más la
del barrio o la ciudad en donde vivimos, ni siquiera la del país en donde
radicamos. Nuestros horizontes son, al menos en apariencia, de carácter
planetario.
Eso no significa que
estemos al tanto de todo lo que sucede en todo el mundo. Lo que ocurre es que
entre los numerosos mensajes que recibimos todos los días, se encuentran muchos
que provienen de latitudes tan diversas y tan lejanas que, a menudo, ni
siquiera acertamos a identificar con claridad en dónde se encuentran los sitios
de donde provienen tales informaciones.
Se habla mucho de la
Sociedad de la Información. ¿Qué rasgos la definen? ¿En qué aspectos resulta
novedosa? ¿En qué medida puede cambiar la vida de nuestros países? ¿Qué
limitaciones tiene ese nuevo contexto?
Diez
rasgos de la Sociedad de la Información:
A ese nuevo contexto
lo definen características como las siguientes.
1-Exuberancia: Disponemos de una
apabullante y diversa cantidad de datos. Se trata de un volumen de información
tan profuso que es por sí mismo parte del escenario en donde nos desenvolvemos
todos los días.
2-Omnipresencia: Los nuevos
instrumentos de información, o al menos sus contenidos, los encontramos por
doquier, forman parte del escenario público contemporáneo (son en
buena medida dicho escenario) y también de nuestra vida privada. Nuestros
abuelos (o bisabuelos, según el rango generacional en el que estemos ubicados)
fueron contemporáneos del surgimiento de la radio, se asombraron con las
primeras transmisiones de acontecimientos internacionales y tenían que esperar
varios meses a que les llegara una carta del extranjero; para viajar de
Barcelona a Nueva York lo más apropiado era tomar un buque en una travesía de
varias semanas. La generación siguiente creció y conformó su imaginario
cultural al lado de la televisión, que durante sus primeras décadas era sólo en
blanco y negro, se enteró con pasmo y gusto de los primeros viajes espaciales,
conformó sus preferencias cinematográficas en la asistencia a la sala de cine delante
de una pantalla que reflejaba la proyección de 35mm y ha transitado no sin
asombro de la telefonía alámbrica y convencional a la de carácter celular o
móvil. Los jóvenes de hoy nacieron cuando la difusión de señales televisivas
por satélite ya era una realidad, saben que se puede cruzar el Atlántico en un
vuelo de unas cuantas horas, han visto más cine en televisión y en video que en
las salas tradicionales y no se asombran con la Internet porque han crecido
junto a ella durante la última década: frecuentan espacios de chat,
emplean el correo electrónico y manejan programas de navegación en la red de
redes con una habilidad literalmente innata. Esa es la Sociedad de la
Información. Los medios de comunicación se han convertido en el espacio de
interacción social por excelencia, lo cual implica mayores facilidades para el
intercambio de preocupaciones e ideas pero, también, una riesgosa supeditación
a los consorcios que tienen mayor influencia, particularmente en los medios de
difusión abierta (o generalista, como les llaman en algunos sitios).
3-Irradiación: La Sociedad de la
Información también se distingue por la distancia hoy prácticamente ilimitada
que alcanza el intercambio de mensajes. Las barreras geográficas se difuminan;
las distancias físicas se vuelven relativas al menos en comparación con el
pasado reciente. Ya no tenemos que esperar varios meses para que una carta
nuestra llegue de un país a otro. Ni siquiera debemos padecer las
interrupciones de la telefonía convencional. Hoy en día basta con enviar un
correo electrónico, o e-mail, para ponernos en contacto con alguien a quien
incluso posiblemente no conocemos y en un país cuyas coordenadas tal vez
tampoco identificamos del todo.
4-Velocidad: La comunicación,
salvo fallas técnicas, se ha vuelto instantánea. Ya no es preciso aguardar
varios días, o aún más, para recibir la respuesta del destinatario de un
mensaje nuestro e incluso existen mecanismos para entablar comunicación
simultánea a precios mucho más bajos que los de la telefonía tradicional.
5-Multilateralidad /
Centralidad: Las capacidades técnicas de la comunicación
contemporánea permiten que recibamos información de todas partes, aunque lo más
frecuente es que la mayor parte de la información que circula por el mundo
surja de unos cuantos sitios. En todos los países hay estaciones de televisión
y radio y en muchos de ellos, producción cinematográfica.. Sin embargo el
contenido de las series y los filmes más conocidos en todo el mundo suele ser
elaborado en las metrópolis culturales. Esa tendencia se mantiene en la
Internet, en donde las páginas más visitadas son de origen estadounidense y,
todavía, el país con más usuarios de la red de redes sigue siendo Estados
Unidos.
6-Interactividad /
Unilateralidad: A diferencia de la comunicación convencional
(como la que ofrecen la televisión y la radio tradicionales) los nuevos
instrumentos para propagar información permiten que sus usuarios sean no sólo
consumidores, sino además productores de sus propios mensajes. En la Internet
podemos conocer contenidos de toda índole y, junto con ello, contribuir
nosotros mismos a incrementar el caudal de datos disponible en la red de redes.
Sin embargo esa capacidad de la Internet sigue siendo poco utilizada. La gran
mayoría de sus usuarios son consumidores pasivos de los contenidos que ya
existen en la Internet.
7-Desigualdad: La Sociedad de la
Información ofrece tal abundancia de contenidos y tantas posibilidades para la
educación y el intercambio entre la gente de todo el mundo, que casi siempre es
vista como remedio a las muchas carencias que padece la humanidad. Numerosos
autores, especialmente los más conocidos promotores de la Internet, suelen
tener visiones fundamentalmente optimistas acerca de las capacidades
igualitarias y liberadoras de la red de redes (por ejemplo Gates: 1995 y 1999 y
Negroponte, 1995). Sin embargo la Internet, igual que cualquier otro
instrumento para la propagación y el intercambio de información, no resuelve
por sí sola los problemas del mundo. De hecho, ha sido casi inevitable que
reproduzca algunas de las desigualdades más notables que hay en nuestros
países. Mientras las naciones más industrializadas extienden el acceso a la red
de redes entre porcentajes cada vez más altos de sus ciudadanos, la Internet
sigue siendo ajena a casi la totalidad de la gente en los países más pobres o
incluso en zonas o entre segmentos de la población marginados aún en los países
más desarrollados.
8-Heterogeneidad: En los medios
contemporáneos y particularmente en la Internet se duplican –y multiplican–
actitudes, opiniones, pensamientos y circunstancias que están presentes en
nuestras sociedades. Si en estas sociedades hay creatividad, inteligencia y
arte, sin duda algo de eso se reflejará en los nuevos espacios de la Sociedad
de la Información. Pero de la misma manera, puesto que en nuestras sociedades
también tenemos prejuicios, abusos, insolencias y crímenes, también esas
actitudes y posiciones estarán expresadas en estos medios. Particularmente, la
Internet se ha convertido en foro para manifestaciones de toda índole aunque
con frecuencia otros medios exageran la existencia de contenidos de carácter
agresivo o incómodo, según el punto de vista de quien los aprecie.
9-Desorientación: La enorme y creciente
cantidad de información a la que podemos tener acceso no sólo es oportunidad de
desarrollo social y personal. También y antes que nada, se ha convertido en
desafío cotidiano y en motivo de agobio para quienes recibimos o podemos
encontrar millares de noticias, símbolos, declaraciones, imágenes e incitaciones
de casi cualquier índole a través de los medios y especialmente en la red de
redes. Esa plétora de datos no es necesariamente fuente de enriquecimiento
cultural, sino a veces de aturdimiento personal y colectivo. El empleo de los
nuevos medios requiere destrezas que van más allá de la habilidad para abrir un
programa o poner en marcha un equipo de cómputo. Se necesitan aprendizajes
específicos para elegir entre aquello que nos resulta útil, y lo mucho de lo
que podemos prescindir.
10-Ciudadanía pasiva: La dispersión y
abundancia de mensajes, la preponderancia de los contenidos de carácter
comercial y particularmente propagados por grandes consorcios mediáticos y la
ausencia de capacitación y reflexión suficientes sobre estos temas, suelen
aunarse para que en la Sociedad de la Información el consumo prevalezca sobre
la creatividad y el intercambio mercantil sea más frecuente que el intercambio
de conocimientos Pero sí es pertinente señalar esa tendencia, que se ha
sobrepuesto a los proyectos más altruistas que han pretendido que la Sociedad
de la Información sea un nuevo estadio en el desarrollo cultural y en la
humanización misma de nuestras sociedades.
La Sociedad de la
Información es expresión de las realidades y capacidades de los medios de comunicación
más nuevos, o renovados merced a los desarrollos tecnológicos que se
consolidaron en la última década del siglo: la televisión, el almacenamiento de
información, la propagación de video, sonido y textos, han podido comprimirse
en soportes de almacenamiento como los discos compactos o a través de señales
que no podrían conducir todos esos datos si no hubieran sido traducidos a
formatos digitales. La digitalización de la información es el sustento de la
nueva revolución informática. Su expresión hasta ahora más compleja, aunque sin
duda seguirá desarrollándose para quizá asumir nuevos formatos en el mediano
plazo, es la Internet.
PERO…. ¿QUÉ ES
UNA SOCIEDAD?
La sociedad es la totalidad de individuos que
guardan relaciones los unos con los otros. Así, las personas comparten una
serie de rasgos culturales que
permite alcanzar la cohesión del grupo, estableciéndose metas y perspectivas
comunes. La disciplina que se aboca al estudio de las sociedades es la
sociología, apoyándose en la historia, la antropología, la economía, etc.
En el pasado, las sociedades se organizaban en torno a grupos reducidos de personas, manteniendo características tribales. Con el correr del tiempo, fueron tornándose más complejas, adoptando mayor número de miembros y estableciendo nuevas relaciones en su interior. En la actualidad, las sociedades suelen denominarse “de masas”, por su extraordinario número, y están sustentadas en una explosión de tecnologías orientadas a la información como consecuencia de la consolidación del capitalismo.
Otros intentos de
modelos sociales se han instalado en determinados momentos históricos, con
diverso grado de éxito y, en general, con tendencia inexorable al fracaso. Se
destaca en este sentido la sociedad feudal, característica de la Europa Medieval y de las
culturas de Extremo Oriente durante la Edad Moderna. En ese modelo, la
movilidad social era virtualmente imposible, dado que la propiedad de la tierra
por parte de los señores feudales marcaba una posición de poder que resultaba
insalvable para el común de la población. Otro modelo social no capitalista
consiste en las sociedades con fundamento comunista, en la cual se intentó, de
modo teórico, eliminar las diferencias entre estados sociales; no obstante,
estos modelos fracasaron sucesivamente en diferentes culturas, para persistir,
con numerosos cambios y reformas, en unas pocas naciones en el siglo XXI.
El futuro de la evolución de las sociedades es todavía muy incierto. Más allá de los progresos indubitables que el actual orden ostenta, la mayor dificultad sigue siendo sin duda el gran número de personas que, en medio de la abundancia y el conocimiento, son mantenidas en una posición segregada. La sociedad, en este sentido, busca por medio de la estructura del Estado una alternativa para eliminar las asimetrías acentuadas que se describen entre sus miembros. Así, mediante la sanción de leyes y normativas, se intenta lograr que todos los miembros de la sociedad alcancen una misma oportunidad para el trabajo, el acceso a recursos básicos, la salud, la educación y las libertades individuales. No obstante, la influencia creciente de las organizaciones no gubernamentales es también vislumbrada en muchos casos como una oportunidad de mejoría de las sociedades, sobre la base del voluntariado y de la solidaridad entre las personas. Por consiguiente, la evolución de la sociedad cuenta aún con un verdadero final abierto, en él se reconoce la influencia de muy variados actores que inciden para encontrar para todos un camino más adecuado.
El futuro de la evolución de las sociedades es todavía muy incierto. Más allá de los progresos indubitables que el actual orden ostenta, la mayor dificultad sigue siendo sin duda el gran número de personas que, en medio de la abundancia y el conocimiento, son mantenidas en una posición segregada. La sociedad, en este sentido, busca por medio de la estructura del Estado una alternativa para eliminar las asimetrías acentuadas que se describen entre sus miembros. Así, mediante la sanción de leyes y normativas, se intenta lograr que todos los miembros de la sociedad alcancen una misma oportunidad para el trabajo, el acceso a recursos básicos, la salud, la educación y las libertades individuales. No obstante, la influencia creciente de las organizaciones no gubernamentales es también vislumbrada en muchos casos como una oportunidad de mejoría de las sociedades, sobre la base del voluntariado y de la solidaridad entre las personas. Por consiguiente, la evolución de la sociedad cuenta aún con un verdadero final abierto, en él se reconoce la influencia de muy variados actores que inciden para encontrar para todos un camino más adecuado.
DIFERENCIA ENTRE SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN Y SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
La sociedad de la Información y la sociedad
del conocimiento son dos
conceptos que a menudo son utilizados de una manera crítica. La sociedad de la
información hace referencia a la creciente capacidad tecnológica para almacenar
cada vez más información y hacerla circular cada vez más rápidamente y con
mayor capacidad de difusión. La sociedad del conocimiento se refiere a la
apropiación crítica y selectiva de la información protagonizada por ciudadanos
que saben cómo aprovechar la información.
Una sociedad de la información es
aquella en la que la información y el conocimiento tienen un lugar privilegiado
en la sociedad y en la cultura: de esto se desprenden que la creación,
distribución y manipulación de la información forman parte estructural de las
actividades culturales y económicas. La sociedad de la información es vista como la sucesora de la sociedad industrial.
Norbert Wiener, creador de la cibernética,
fue el que anunció el advenimiento de una “Sociedad de la Información” cuya
base organizativa, para él, era la circulación sin trabas de la información, a
la que consideraba una nueva materia
prima.
Las sociedades de la
información emergen de la implantación de las tecnologías
de información y comunicación (TIC)
en la cotidianidad de las relaciones sociales, culturales y económicas en el
seno de una comunidad, y de forma más amplia, eliminando las barreras del
espacio y el tiempo en ellas, facilitando una comunicación ubicua y asíncrona.
La eficacia de estas
nuevas tecnologías -actuando sobre elementos tan básicos de la persona como son
el habla, el recuerdo o el aprendizaje-, modifica en muchos sentidos la forma
en la que es posible desarrollar muchas actividades propias de la sociedad
moderna.
Sin embargo, la información no es lo mismo que el conocimiento. La información se
compone de hechos y sucesos, mientras que el conocimiento se define como la
interpretación de dichos hechos dentro de un contexto, y posiblemente con
alguna finalidad.
GLOBALIZACIÓN
QUE PRESIONA HACIA ARRIBA Y HACIA ABAJO. LA INTERNET.
El promedio de
llamadas telefónicas internacionales es de 247 minutos al año, por persona, en
Suiza, de 100 en Canadá y de 60 en los Estados Unidos, pero de apenas tres
minutos en Colombia, 2 en Rusia y uno en Ghana y Pakistán. En Mónaco hay 99
teléfonos por cada 100 personas, en Estados Unidos 70, en Argentina y Costa
Rica 18 pero en Uganda 0.2 y en Afganistán 0.1 teléfonos por cada 100
habitantes (United Nations, 1999).
Las comparaciones
siempre son incómodas, pero en estos casos resultan útiles. En Nueva York hay
más líneas telefónicas que en todas las zonas rurales de Asia. En Londres
existen más cuentas de Internet que en toda África. Se estima que casi el 80%
de la población de todo el mundo jamás ha hecho una llamada telefónica (World
Resources Institute, 2000).
Sin embargo la
desigualdad en el acceso a los recursos comunicacionales no necesariamente se
impone a las capacidades de los países menos desarrollados para aprovechar esa
tecnología. Actualmente la globalización ha intensificado el intercambio
desigual de flujos comunicacionales pero, de manera simultánea, ha abierto
nuevas opciones para superar la casi proverbial pasividad que ha definido a los
llamados países periféricos en materia de mensajes culturales. Los públicos de
las industrias culturales más poderosas se han extendido o, dicho de otra manera,
la habilidad y capacidad propagadoras de los consorcios mediáticos se han
multiplicado gracias a las nuevas tecnologías de la información.
Hoy es posible
entender a la globalización como una serie de procesos multidireccionales y no
simplemente como la internacionalización de culturas y mensajes que solían
estar apartados unos respecto de otros. El ya citado Giddens recuerda cómo
"la globalización presiona no sólo hacia arriba, sino también hacia abajo,
creando nuevas presiones para la autonomía local". En Internet entre otras
formas de intercambio surgen nuevos modos de solidaridad, desde las cadenas de
mensajes hasta la coordinación de protestas o adhesiones respecto de las más
diversas causas. Y también aparecen nuevas formas de aislamiento, tanto entre
las personas como entre las naciones.
La gran mayoría de
quienes usamos computadora (u ordenador) empleamos el sistema operativo
Windows, en cualquiera de sus versiones. Habrá quien vea en la propagación de
ese softwareuna demostración de la alienación generalizada respecto
de los productos de una misma y poderosa trasnacional. Pero también es posible
identificar una apropiación creciente, pero limitada, de una tecnología útil
que puede servir para los más variados fines.
En el mundo digital
(que no es un universo en sí mismo como a veces sugieren las interpretaciones
futuristas sino una colección de espejos de la realidad) se difuminan las
fronteras convencionales. En la Internet no hay un centro y por lo tanto,
tampoco una periferia. Todos podemos ser el centro, aunque jamás sepamos qué
tan lejos están los alrededores. Las fronteras se encuentran no en el mundo
virtual sino en el mundo real. La más importante es la ya señalada desigualdad
en el acceso a los recursos informáticos, que no es sino expresión de las
dificultades para extender la cultura y los medios para aprehenderla entre las
grandes mayorías en los países de menor desarrollo.
Los nuevos recursos
informáticos constituyen una oportunidad enorme para afianzar la presencia
global de nuestros países al mismo tiempo que para enriquecernos con la cultura
y la creación universales. Pero eso no ocurrirá sin políticas intencionales y
de largo alcance para no sólo estar conectados a las redes informáticas, sino
para junto con ello saber transitar por sus concurridas arterias.
Mientras tanto,
supeditadas a flujos de información en cuyas agendas participan poco o nada,
nuestras sociedades asisten atónitas a esa abundancia de bienes informáticos
auténtica o parcialmente enriquecedores. No tenemos aldea global pero sí
estamos creando una polifacética, contradictoria y en ocasiones rústica aldea
virtual.
¿Vivimos en una época
de cambios o un cambio de época? ¿Cómo caracterizar a las profundas
transformaciones que vienen con la acelerada introducción en la sociedad de la
inteligencia artificial y de las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación (TIC)? ¿Se trata de una nueva etapa de la sociedad industrial o
estamos entrando en una nueva era? “Aldea global”, “era tecno trónica”,
“sociedad postindustrial”, “era -o sociedad- de la información” y “sociedad del
conocimiento” son algunos de los términos que se han acuñado en el intento por
identificar y entender el alcance de estos cambios. Pero mientras el debate
prosigue en el ámbito teórico, la realidad corre por delante y los medios de
comunicación eligen los nombres que hemos de usar.
Cualquier término que
usemos, en el fondo, es un atajo que nos permite hacer referencia a un fenómeno
-actual o futuro-, sin tener que describirlo cada vez; pero el término escogido
no define, de por sí, un contenido. El contenido emerge de los usos en un
contexto social dado, que a su vez influyen en las percepciones y expectativas
ya que cada término lleva consigo un pasado y un sentido (o sentidos), con su
respectivo bagaje ideológico. Era de esperarse, entonces, que cualquier término
que se quiera emplear para designar la sociedad en la que vivimos, o a la cual
aspiramos, sea objeto de una disputa de sentidos, tras la que se enfrentan diferentes
proyectos de sociedad.
En el marco de la
Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información -CMSI-, hay dos términos que
han ocupado el escenario: sociedad de la información y sociedad del
conocimiento, con sus respectivas variantes. Pero, si bien el marco impuso el
uso del primero, desde un inicio provocó disconformidad y ningún término ha
logrado un consenso.
LA ERA DE LA INFORMACIÓN: Castell
Define tecnología como “el uso del
conocimiento científico para especificar modos de hacer cosas de manera
reproducible”. Dentro del campo de la información destaca cuatro áreas:
·
La microelectrónica
·
La informática
·
El telecomunicaciones/televisión/radio y la optoelectrónica
·
Ingeniería genética
Las cuatro formarán
el núcleo de tecnologías de la información, durante las últimas décadas del
siglo xx; creando un campo tecnológico donde la información se genera, almacena, recobra, y transmite.
Pone en relación esta
revolución con la revolución industrial del siglo .XVIII, ya que ambas se
caracterizan por su capacidad de
penetración en todos los dominios de la actividad humana,
convirtiéndose en la base de dichas actividades que se orientarán hacia el
progreso. En este punto, considera que la innovación tecnológica no es un
acontecimiento aislado, sino que, se produce por acumulación y depende de las
condiciones específicas de cada sociedad. Como antecedentes, nos señala dos
revoluciones tecnológicas, que allanaron el camino:
· I Revolución
Industrial: cuyo innovador era la máquina de vapor
· II Revolución Industrial:
con la aparición de la electricidad
Ambas, calaron en las
redes sociales y económicas y fueron base para una revolución tecnológica de la
información, que se caracteriza por una expansión de la mente humana.
Podemos marcar una
secuencia histórica de la revolución de la tecnológica de la información:
partiendo de los avances tecnológicos en el campo de la electrónica acontecidos
en la II Guerra Mundial y posteriormente, aparece el primer ordenador
programable y el transistor. Tanto el transistor como el ordenador programable
dan lugar al nacimiento de la microelectrónica, que será el núcleo de la
revolución de la tecnología de la información del siglo .xx (aunque '70 no se
difundieron estas nuevas tecnologías).
La microelectrónica encuentra sus
raíces con la invención del transistor (1947), que hizo posible procesar
impulsos eléctricos más rápidamente en un modo binario a través de pequeños
dispositivos de procesamiento: el chip. Su producción se aceleró con la
invención del circuito integrado (1957); y con el microprocesador (1971), es el
ordenador en un chip. La capacidad de procesar información podía instalarse en
todas partes: la microelectrónica se difundió a todas las máquinas.
Los ordenadores también fueron
concebidos en la II Guerra Mundial, pero hasta 1946 no aparece el primer
ordenador con fines generales (antes eran exclusivamente instrumentos
militares). Pero fue con el microprocesador de 1971 cuando el tamaño de los
ordenadores se reduce y comienza su comercialización exitosa, que irá creciendo
exponencialmente desde el Apple I, pasando el P.C., o el software, hasta la
posibilidad de añadir memoria y capacidad de procesamiento de datos
centralizado con el ordenador interactivo en red.
Las telecomunicaciones se revolucionan
gracias a la combinación de las tecnologías “nodo” (selectores de rutas
electrónicos), y los “nuevos enlaces” (tecnologías de la transmisión). Sumado a
los avances en optoelectrónica (fibras ópticas y transmisión por láser) que
amplían la capacidad de transmisión. Junto con la aparición de la telefonía
celular comercializada con gran éxito a finales '90, se establecen en nuestros
días una variedad de tecnologías de transmisión de gran alcance que posibilitan
una red de comunicación abierta a gran número de nuevos empleos y a un nuevo
modo de vida.
También es importante
destacar el desarrollo paralelo de la ingeniería
genética, la
cual rodeada de gran polémica, convierte al hombre en semi-dioses capaces de
controlar el A.D.N , conocedor del genoma humano, abre las puertas para poder
controlar enfermedades modificando el componente genético, a través de la
terapia genética basada en la prevención de anomalías en los genes.
La suma de las
tecnologías electrónicas, anteriormente comentadas (la microelectrónica, los
ordenadores y las telecomunicaciones), dentro del campo de la comunicación
interactiva llevará a la creación de Internet, que hasta el
momento se considera como el medio tecnológico más revolucionario de la era de
la información.
El comienzo de
Internet, se encuentra ligado a los fines de estrategia de uso militar, con la
tecnología digital se consiguió crear una red capaz de comunicar nodos sin
necesidad de apoyarse en centros de control, y su uso pasa a manos de
universidades norteamericanas, esta sería la primer red a la que se llamó Arpa
net, la creación de redes durante los '80 pasaron a llamarse Arpa-Internet,
todavía bajo la subvención del Departamento de Defensa y una fundación
gubernamental de fines científicos. Diversas presiones comerciales, crearon
redes corporativas privadas, que abrió el camino para la privatización de
Internet, y desde aquí una vertiginosa carrera que llevó hasta la conexión de
redes a gran escala y su difusión posible en cualquier lugar donde existieran
redes telefónicas y ordenadores equipados con módems. Ya en 1994 fue la empresa
Netscape, quien comercializó el primer navegador fiable el Netscape Navigator,
estos motores de búsqueda se desarrollaron rápidamente y es a partir de aquí
cuando podemos hablar de establecimiento de una red mundial.
De esta revolución
tecnológica podemos destacar como característica principal la aplicación de
conocimiento en un círculo de retroalimentación acumulativa,
donde el hombre se puede convertir en usuario y creador a
un mismo tiempo. Esto nos índica la creación de un estrecho hilo conductor
entre los procesos sociales de creación y manipulación de símbolos, lo que es
la cultura que se genera en una sociedad; y la capacidad de producir y
distribuir bienes/servicios, lo que serían las fuerzas productivas.
En este punto, la
mente humana se va a convertir en una fuerza productiva directa y no en un
elemento del sistema de producción. El papel social del hombre se reformula, ya
no es solo, un elemento de la cadena de producción, sino que va a ser capaz de
producir por él mismo, esto da un giro completo a la vida social conocida hasta
ahora.
Otra de las
características de esta revolución es la rapidez con la que difunde por todo el mundo en tal solo dos
décadas (desde mitad de '70- mitad de '90), creando, formando un lazo de unión mundial.
También hay que
destacar que esta tecnología de la información no lleva de igual forma a todas
las áreas del mundo, ya que su difusión es selectiva y por lo tanto crea desigualdad social, no
solo en términos mundiales, sociedades donde existe un desfase de desarrollo no
cuentan con la base tecnológica necesaria, ni con la infraestructura
correspondiente para avanzar en esta revolución; sino que, también podemos
hablar en términos más reducidos dentro de una misma sociedad desarrollada,
donde la difusión de estas nuevas tecnologías es conocida, pero no al alcance
de todos.
El uso de nuevas
tecnologías da prestigio social,
por lo que nos encontramos en un terreno peligroso, encaminado al consumo de
las mismas, y donde es importante plantearnos si, es realmente la sociedad
quién demanda estas tecnologías.
En un principio, no
sería la sociedad en sí, ya que se encuentra habituada en sociedades
desarrolladas a un estado de bienestar, donde sus necesidades son cubiertas,
pero es el nuevo mercado tecnológico, el que hace aparecer nuevas demandas que
realmente en un principio no surgen del hombre. Un ejemplo muy claro es el de
los teléfonos móviles: en un principio la gran mayoría de la población no
necesitaba encontrarse localizado, ni comunicado en todo momento del día, sin
embargo la difusión de móviles y su gran éxito de comercialización es algo
totalmente factible, que en mi opinión nace de la imposición del mercado de la
posibilidad de estar comunicados telefónicamente en cualquier momento, de ahí,
diversas aplicaciones desde las laborales al ocio. Lo que sí, que es cierto, es
que si hoy ya nos hemos acostumbrado a llevar un móvil en el bolsillo, hasta el
punto que sin él, sentimos que nos falta algo, la dependencia de las siguientes
generaciones que nacen no sólo en la era de los móviles, sino también de
Internet, y de altas tecnologías; llevaran a la reformulación de la sociedad en
una nueva, donde las redes de comunicación, como dice Castells, serán el tejido
de nuestra vida.
LA NUEVA ECONOMÍA
Se trata de una
economía global, a la
podemos definir como “aquella que tiene la capacidad institucional,
organizativa y tecnológica para funcionar como una unidad a tiempo real o
tiempo establecido, a escala planetaria”. A diferencia de la economía mundial
(su precedente), basada en la acumulación de riqueza en el mundo.
Podemos decir, que
surge '90 en USA. En torno a la tecnología de la información y las finanzas.
Como núcleo, Castells, se centra en nuevas industrias como Internet, que es la
que cuenta con un mayor número de ingresos, empleo y valor de capitalización.
Le seguiría aquellas empresas que dotan de infraestructura a Internet, son las
empresas de telecomunicaciones, y seguidas por empresas que desarrollan las
aplicaciones de infraestructura de Internet: productos y servicios software
para las transacciones en red.
En un último nivel se
encontrarían aquellas empresas que no facturan directamente por transacciones
económicas en la red, sino a través de publicidad, cuotas de miembros (son los
servicios gratuitos de la red); y por otro lado, las compañías que directamente
llevan transacciones económicas basadas en la red.
No podemos hablar de
que toda la economía ya sea global, desde mi punto de vista sería más apropiado
decir que nos encontramos en un proceso de transformación o de cambio, difícil
de definir, pero encaminado hacia una nueva economía global.
Todavía nos
encontramos que gran parte de la producción es local y regional, y aunque, en
las dos últimas décadas del siglo XX, el comercio internacional crece
aceleradamente, la mayor parte del P.I.B. de las economías viene dado por el
sector interior de las mismas.
Su expansión es
desigual, es incluyente y excluyente; y depende directamente del incremento de
la productividad que proviene de la capacidad de utilización de la nueva
tecnología de la información, que va a ser la que impulse un sistema de
producción basado en el conocimiento.
Llegados a este
punto, cabe preguntarse ¿por qué, se habla tanto y tan efusivamente de economía
global? Castells, a esto argumenta, que es debido a que, las economías de todo
el mundo dependen de un mismo núcleo global, donde quedarían incluidos: los
mercados financieros, el comercio internacional, la producción transnacional,
ciencia y tecnología, y el trabajo especializado.
El sistema economía
se encuentra interconectada, a través de estos componentes de la economía.
Los mercados
financieros, son interdependientes globalmente, podemos decir que dentro de la
economía global juegan un papel decisivo, ya que, de su rendimiento depende el
destino de cualquier economía. Con los nuevos sistemas de información y
tecnología de comunicación es posible realizar operaciones bancarias a tiempo
real generando flujos financieros conectados mundialmente. Castells, afirma que
la base sobre la que se asienta esta nueva economía va a ser la globalización
de los mercados financieros.
El comercio
internacional, siempre ha sido el principal vínculo entre las economías
nacionales del mundo durante el último tercio del siglo XX, por lo que es
lógico, que tome relevancia dentro de una economía global. En estos últimos
años, ha sufrido una transformación sectorial debido al aumento de los
servicios, rompiendo el desequilibrio que siempre ha existido entre países
desarrollados y los que están en vías de desarrollo, que se debía a la
diferencia entre bienes manufacturados (gran valor) y materias primas (de menor
valor), ahora se sustituye por un desequilibrio entre la distribución desigual
de conocimiento y tecnología. Por lo que, podemos deducir, que las
desigualdades entre países desarrollados y subdesarrollados, continúan y
siempre existirán, solo que son desigualdades redefinidas en otros términos.
En conclusión, en esta era nos encontramos con tanta tecnología que la
pregunta que me surge ahora sería ¿Cuánto tardaremos en ser reemplazados por
maquinas (robots) que simulen ser personas? De a poco vemos como muchos
empleados en empresas pierden sus trabajos al ser reemplazados por maquinas que
solo realizan tareas simples como llevar cosas de un lado a otro, cintas
transportadoras, computadoras, electrodomésticos cada vez más sofisticados etc.
Las nuevas TIC están
cambiando los comportamientos sociales con una rapidez hasta ahora totalmente
desconocida en la Historia de la
Humanidad. Se producen nuevos hábitos y disfunciones en los individuos,
formando una clase social
a nivel global que podríamos denominar como "los conectados". Esto
lleva a un problema detectado entre los usuarios de Internet: la adicción a
la red.
"En una sociedad donde
la mirada, lo esópico está archí presente, Internet permite la participación
voyeurística, la posibilidad de acceso a ideas, pensamientos, sentimientos, sin
los riesgos que
esto conlleva en el cara a cara". (King, 1996).
Internet es un
medio anónimo, un medio que se ha convertido en la nueva frontera de
las relaciones sociales, un medio que mediante un breve contacto -dar a unas
teclas- uno se introduce en un mundo fascinante, una alternativa a la comunicación,
una relación interpersonal descomprometida, que permite una relación inmediata
y sin peligro. Cualquier usuario puede presentarse como siempre ha soñado ser.
Es una forma de reinventarse a sí mismo, de cubrir necesidades psicológicas no
afrontadas enmascarando la inseguridad interpersonal,
como pueden ser la expresión de un rasgo de personalidad reprimido
y los sentimientos de reconocimiento y poder.
Una de las
aplicaciones que más poder adictivo tienen es el CHAT.
El "Chat" (en inglés,
"charla" en castellano)
es una herramienta de internet mediante la cual las personas pueden interactuar,
formar relaciones humanas,
intercambiar ideas, etc… Desde el punto de vista de comunicación, en este medio
el "texto"
es el vínculo más importante con el que los cibernautas transmiten sus
sensaciones, emociones,
e ideas, (reales o inventadas) de forma extremadamente rápida, para poder
mantener la atención,
de otra forma la charla se acaba.
Pero esta forma de
relación virtual, fácil y rápida, ¿conlleva a problemas de
adicción o de disfunciones de la personalidad de
las personas? Vivir en la Red es cómodo y puede dar lugar a que las personas
prefieran conectarse a salir y relacionarse con el mundo auténtico y real. El ordenador,
en este caso, serviría como una defensa frente a los "peligros
externos", protegiendo entonces a un "yo" vulnerable del
contacto físico "real" con los otros.
Las personas con
mayor riesgo de
crear esta nueva seudo-identidad on-line
son las que presentan baja autoestima,
sentimientos de insuficiencia y miedo a la desaprobación de los demás. Estos
rasgos también pueden conducir a otros trastornos como la depresión y
ansiedad, que pueden entrelazarse con el uso excesivo de Internet.
Kimberley S. Young
es una de las psiquiatras pioneras en la investigación de
la adicción a Internet. La doctora Young ha creado un Centro sobre la Adicción
a Internet -- en la que ofrece consejos y bastantes artículos referidos a ésta,
según ella, nueva adicción. Como curiosidad, señalar que han surgido
asociaciones de adictos a Internet (como Interaddicts Anonymous) que se
comunican a través de la propia red. "El adicto es el que se conecta y no
tiene ningún objetivo,
salvo estar conectado".
A nivel clínico,
puesto que ha surgido una demanda real
de ayuda, se han elaborado algunos instrumentos de evaluación y técnicas de
tratamiento, la mayoría adaptadas de otros trastornos. Debido a la
reciente historia de Internet,
es un problema de aparición reciente que aún no se ha estudiado en profundidad.
Como conclusiones
finales, Internet no es, en principio, el culpable de la creación de la
adicción, sino que es el medio que, dependiendo de su uso, puede poner de
manifiesto la existencia del algún desorden mental, carencias, miedos, etc... Sin
embargo, sí que algunas de sus aplicaciones pueden aumentar su capacidad
adictiva, solo posible en Internet (chat, cyber sexo, etc.). La cuestión es
delimitar entre afición o adicción, aunque podríamos determinar que cuando
la persona prefiere
conocer la realidad a través de Internet o relacionarse con los demás a través
de los chats, en lugar de asomarse al mundo, debemos empezar a preocuparnos.
Conocer y
socializar a través de este medio puede resultar positivo, siempre y cuando no
se pierda el contacto con la realidad.
CONCLUSIONES Y REFLEXIONES
Es fácil hoy en día encontrarse con todo tipo de información pero muy
difícil saber diferenciar de lo que nos sirve y lo que no de modo tal que
muchas veces no sabemos cómo seguir con todo lo que tenemos. Y para que estos
cambios resulten, la sociedad tendría
que cambiar sus formas de uso de la tecnología y de la información haciendo uso
del conocimiento y para que se de ese aumento de productividad de conocimiento
son necesarios cambios. Cambios institucionales y cambios organizativos, donde
el trabajo se adapte a los nuevos procesos de producción de conocimiento. Y
donde, toda inversión sea en tecnología de la información y no en aplicar las nuevas
tecnologías en las antiguas estructuras.
Vivimos en un mundo
lleno de tecnología e información pero para mí lo más importante de todo esto
es como nosotros la usamos, para que fines y si lo hacemos de manera correcta.
En conclusión no es
más que una reestructuración social en todos sus ámbitos (económico, laboral,
político, espacial, temporal......); generado por el surgimiento de nuevas
tecnológicas que transforman el modo de vida tal y como lo conocemos hoy en
día, a un ritmo no antes conocido en la historia de la humanidad. Se podría decir
que nos encontramos ante una nueva revolución industrial, muy acertadamente
calificada como revolución tecnológica, en donde Alvin Tofller la caracteriza
como la tercera ola.
Las nuevas tecnologías
emergentes no solo cambian el proceso de producción de conocimiento, sino que
instauran una nueva filosofía de vida. No se trata de una transformación
económica exclusiva, sino que abarca todas las estructuras e instituciones
humanas, desde las laborales hasta instituciones familiares, religiosas y
políticas; pasando por la reformulación y creación de conceptos como el de
cultura o interacción.
Debemos de hacernos la idea que esta era seguirá avanzando cada vez más
porque todos usamos lo que es práctico, fácil y rápido; ya no somos capaces de sentarnos
a buscar información en libros como lo hacíamos antes porque estamos
acostumbrados a esta era donde tenemos acceso a todo y de todo con solo hacer
un click.
Esta era es la característica fundamental de un desarrollo de la
sociedad que fue “pasando de la era agrícola a la era industrial y luego a la
era de los servicios. Y que ahora estamos pasando de la era de la información a
la sociedad de conocimiento”… Alvin Toffler.
FUENTES:
·
La tercera ola por
Alvin Toffler M. en C. Eduardo Bustos Farías
ANEXO:
Sábado 06 de agosto de
2011 | Publicado en edición impresa
Opinión
Más información, menos conocimiento
Nicholas Carr estudió Literatura en Dartmouth
College y en la Universidad de Harvard, y todo indica que fue en su juventud un
voraz lector de buenos libros. Luego, como le ocurrió a toda su generación,
descubrió el ordenador, Internet, los prodigios de la gran revolución
informática de nuestro tiempo, y no sólo dedicó buena parte de su vida a
valerse de todos los servicios online y a navegar mañana y
tarde por la Red, sino que, además, se hizo un profesional y un experto en las
nuevas tecnologías de la comunicación sobre las que ha escrito extensamente en
prestigiosas publicaciones de Estados Unidos e Inglaterra.
Un buen día descubrió que había dejado de ser un
buen lector y, casi casi, un lector. Su concentración se disipaba luego de una
o dos páginas de un libro y, sobre todo, si aquello que leía era complejo y
demandaba mucha atención y reflexión, surgía en su mente algo así como un
recóndito rechazo a continuar con aquel empeño intelectual. Así lo cuenta:
"Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer. Me
siento como si estuviese siempre arrastrando mi cerebro descentrado de vuelta
al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en
un esfuerzo".
Preocupado, tomó una decisión radical. A finales de
2007, él y su esposa abandonaron sus ultramodernas instalaciones de Boston y se
fueron a vivir a una cabaña de las montañas de Colorado, donde no había
telefonía móvil e Internet llegaba tarde, mal y nunca. Allí, a lo largo de dos
años, escribió el polémico libro que lo ha hecho famoso. Se titula en
inglés The Shallows: What the Internet is Doing to Our Brains y,
en español: Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras
mentes? (Taurus, 2011). Lo acabo de leer, de un tirón, y he quedado
fascinado, asustado y entristecido.
Carr no es
un renegado de la informática, no se ha vuelto un ludita contemporáneo que
quisiera acabar con todas las computadoras, ni mucho menos. En su libro
reconoce la extraordinaria aportación que servicios como el de Google , Twitter , Facebook o Skype prestan
a la información y a la comunicación, el tiempo que ahorran, la facilidad con
que una inmensa cantidad de seres humanos pueden compartir experiencias, los
beneficios que todo esto acarrea a las empresas, a la investigación científica
y al desarrollo económico de las naciones.
Pero todo esto tiene un precio y, en última
instancia, significará una trasformación tan grande en nuestra vida cultural y
en la manera de operar del cerebro humano como lo fue el descubrimiento de la
imprenta por Johannes Gutenberg en el siglo XV, que generalizó la lectura de
libros, hasta entonces confinada en una minoría insignificante de clérigos,
intelectuales y aristócratas. El libro de Carr es una reivindicación de las
teorías del ahora olvidado Marshall MacLuhan, a quien nadie hizo mucho caso
cuando, hace más de medio siglo, aseguró que los medios no son nunca meros
vehículos de un contenido, que ejercen una solapada influencia sobre éste, y
que, a largo plazo, modifican nuestra manera de pensar y de actuar. MacLuhan se
refería sobre todo a la televisión, pero la argumentación del libro de Carr, y
los abundantes experimentos y testimonios que cita en su apoyo, indican que
semejante tesis alcanza una extraordinaria actualidad relacionada con el mundo
de Internet.
Los defensores recalcitrantes del software alegan
que se trata de una herramienta y que está al servicio de quien la usa y, desde
luego, hay abundantes experimentos que parecen corroborarlo, siempre y cuando
estas pruebas se efectúen en el campo de acción en el que los beneficios de
aquella tecnología son indiscutibles: ¿quién podría negar que es un avance casi
milagroso que, ahora, en pocos segundos, haciendo un pequeño clic con el mouse ,
un internauta recabe una información que hace pocos años le exigía semanas o
meses de consultas en bibliotecas y a especialistas? Pero también hay pruebas
concluyentes de que, cuando la memoria de una persona deja de ejercitarse
porque para ello cuenta con el archivo infinito que pone a su alcance un
ordenador, se entumece y debilita como los músculos que dejan de usarse.
No es verdad que Internet sea sólo una herramienta.
Es un utensilio que pasa a ser una prolongación de nuestro propio cuerpo, de
nuestro propio cerebro, el que, también, de una manera discreta, se va
adaptando poco a poco a ese nuevo sistema de informarse y de pensar,
renunciando poco a poco a las funciones que este sistema hace por él y, a
veces, mejor que él. No es una metáfora poética decir que la "inteligencia
artificial" que está a su servicio soborna y sensualiza a nuestros órganos
pensantes, los que se van volviendo, de manera paulatina, dependientes de aquellas
herramientas, y, por fin, sus esclavos. ¿Para qué mantener fresca y activa la
memoria si toda ella está almacenada en algo que un programador de sistemas ha
llamado "la mejor y más grande biblioteca del mundo"? ¿Y para qué
aguzar la atención si pulsando las teclas adecuadas los recuerdos que necesito
vienen a mí, resucitados por esas diligentes máquinas?
No es extraño, por eso, que algunos fanáticos de la
Web, como el profesor Joe O'Shea, filósofo de la Universidad de Florida,
afirme: "Sentarse y leer un libro de cabo a rabo no tiene sentido. No es
un buen uso de mi tiempo, ya que puedo tener toda la información que quiera con
mayor rapidez a través de la Web. Cuando uno se vuelve un cazador experimentado
en Internet, los libros son superfluos". Lo atroz de esta frase no es la
afirmación final, sino que el filósofo de marras crea que uno lee libros sólo
para "informarse". Es uno de los estragos que puede causar la
adicción frenética a la pantallita. De ahí, la patética confesión de la doctora
Katherine Hayles, profesora de Literatura de la Universidad de Duke: "Ya
no puedo conseguir que mis alumnos lean libros enteros".
Esos alumnos no tienen la culpa de ser ahora
incapaces de leer Guerra y paz o el Quijote .
Acostumbrados a picotear información en sus computadoras, sin tener necesidad
de hacer prolongados esfuerzos de concentración, han ido perdiendo el hábito y
hasta la facultad de hacerlo, y han sido condicionados para contentarse con ese
mariposeo cognitivo a que los acostumbra la Red, con sus infinitas conexiones y
saltos hacia añadidos y complementos, de modo que han quedado en cierta forma
vacunados contra el tipo de atención, reflexión, paciencia y prolongado
abandono a aquello que se lee, y que es la única manera de leer, gozando, la
gran literatura. Pero no creo que sea sólo la literatura a la que Internet
vuelve superflua: toda obra de creación gratuita, no subordinada a la
utilización pragmática, queda fuera del tipo de conocimiento y cultura que
propicia la Web. Sin duda que ésta almacenará con facilidad a Proust, Homero,
Popper y Platón, pero difícilmente sus obras tendrán muchos lectores. ¿Para qué
tomarse el trabajo de leerlas si en Google puedo encontrar síntesis sencillas,
claras y amenas de lo que inventaron en esos farragosos librotes que leían los
lectores prehistóricos?
La revolución de la información está lejos de haber
concluido. Por el contrario, en este dominio cada día surgen nuevas
posibilidades, logros, y lo imposible retrocede velozmente. ¿Debemos
alegrarnos? Si el género de cultura que está reemplazando a la antigua nos
parece un progreso, sin duda sí. Pero debemos inquietarnos si ese progreso
significa aquello que un erudito estudioso de los efectos de Internet en
nuestro cerebro y en nuestras costumbres, Van Nimwegen, dedujo luego de uno de sus
experimentos: que confiar a los ordenadores la solución de todos los problemas
cognitivos reduce "la capacidad de nuestros cerebros para construir
estructuras estables de conocimientos". En otras palabras: cuanto más
inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos.
Tal vez haya
exageraciones en el libro de Nicholas Carr, como ocurre siempre con los
argumentos que defienden tesis controvertidas. Yo carezco de los conocimientos
neurológicos y de informática para juzgar hasta qué punto son confiables las
pruebas y experimentos científicos que describe en su libro. Pero éste me da la
impresión de ser riguroso y sensato, un llamado de atención que -para qué
engañarnos- no será escuchado. Lo que significa, si él tiene razón, que la
robotización de una humanidad organizada en función de la "inteligencia
artificial" es imparable. A menos, claro, que un cataclismo nuclear, por
obra de un accidente o una acción terrorista, nos regrese a las cavernas.
Habría que empezar de nuevo, entonces, y a ver si esta segunda vez lo hacemos
mejor. © La Nación.
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